miércoles, septiembre 29, 2010

Desierto florido, una lección en una historia sin encanto.



El desierto florido en la región de Atacama es el florecimiento de semillas que se encuentran en estado de latencia producto de inusuales lluvias, o de bulbos que se encuentran bajo tierra.

Si pensamos en analogías, esta es una de ellas. Como esos bulbos, que están bajo tierra, prontos a salir a superficie, están los 33 mineros, de quienes tanto se ha hablado, que quizás hasta el hastío está agobiado por tanta presencia mediática. Tanta exposición. Como bajo ese sol perpetuo, inclemente, los reflectores y ojos de las cámaras, terminan por marchitar las sonrisas que se dibujaron curiosas durante las primeras tomas.

Pero dentro de la flora que brota en el desierto florido también están las semillas en estado de latencia. Esas, que se se encuentran evidentemente marchitas, confundidas con granos de arenas y pedregales. Devoradas por el viento y el salino golpe solar.

Ese perpetuo estado latente, cambia con tan sólo 15 milímetros de agua, dando paso a una inminente floración. Tan sólo 15 milímetros de lluvia han devuelto vida visible al desierto, convirtiendo las pampas en lienzos de colores que sólo un dios esquizofrénicamente creativo pudo trazar.

Cuando pensamos en los habitantes de la cuenca del río Copiapó, extinta hendidura que atraviesa quebrando el desierto desde la montaña al mar , deberíamos tener en cuenta que esos habitantes son personas que hasta hace 15 años atrás podían bañarse en las aguas tibias y mediosalobres del caudal de su río.

Hasta hace 15 años atrás, corría vida por el Valle de Copayapu, irrigando las venas en el Valle de Los Loros, colmando el embalse Lautaro, y pintando de verde la vertebra acuosa de la capital atacameña.

Todo eso ya no existe.

Por eso, tras estos 15 años que van desde la muerte del río Copiapó, surgen algunas voces que nos sugieren bajar la velocidad y mirar, que al paso del desarrollo que nunca llegó hasta Atacama, se seguirán consumiendo cuencas de río si es que no se aprende rápido de las lecciones.

Y tras estos 15 milímetros que caen para hacer florecer el desierto, tenemos una lección, una más, quizás obvia o rebuscada, pero que nos va devolviendo el encanto en una historia que no tiene nada de encantadora.


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