lunes, noviembre 07, 2011

VODKA... con JUGO.

Anduve en la ciudad este fin de semana. Dando jugo, pensé. Siento que me agarra el aire cada vez que viajo, o que algunos infortunios me recuerdan de forma reiterada que esa ya no es mi ciudad, aunque siempre serán las únicas coordenadas que me ofrecerán refugio.

El sábado fui al cumpleaños de Seba. Y con el jet lag o el aire, anduve poco certero, delirantemente torpe, ansioso e inquieto.

Incluso, en un mal paso, me deslicé junto a una resbalosa alfombra al entrar al lugar. Y me pare con gracia scout tardíamente adolescente, ante las miradas de lástima, o burla, o vergüenza ajena. No se.

Tras buscar alivio para la torpe entrada al lugar, fui por un vodka naranja y me senté a conversar en el jardín. En el tercer trago, noté que junto a los hielos, nadaba (o moría) una chinita. Si, uno de esos bichitos tiernos que te llevan la posibilidad de encontrar la suerte hasta tus manos si es que deciden emprender el vuelo desde tus dedos. La chinita era mi redención, pensé, y me acerqué al dueño de casa para comentarle alguna conclusión improvisada que incluyera mi desliz, al bicho y mi torpe vodka naranja.

Pero al acercarme, di un trago al vaso para poder hilar la historia y me tragué al bendito insecto. Y al mostrar el vaso con el relato que me exculparía, no había chinita alguna, sino un par de hielos que de derretían bajo el sol de esa tarde y ante la mirada inquisidora del novio de mi amigo.

Fue la hora de marcharse. Y hoy noté que alcancé a tomar una fotografía de su fugaz existencia en mi vodka con jugo.

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