martes, diciembre 26, 2006

Comentario a artículo "¿De qué hablamos cuando hablamos de Comunicación Política?" de Del Rey Morató.

El artículo de Del Rey Morató titulado "¿De qué hablamos cuando hablamos de comunicación política? podría calificarse como el perfecto artículo introductorio sobre el tema. Como primera consideración, el artículo del académico español es el primer resultado que arroja el buscador Google en la categoría "comunicación política". El segundo es un blog donde se comenta el manual de Lilleker y más abajo se ubican sendos artículos y reflexiones de la revista Razón y Palabra, glosarios de Dominique Wolton, presentaciones de postgrados y portales temáticos en relaciones públicas.

No hay mayor explicación para lo de google, aunque los criterios de búsqueda parecieran que nos presentan un orden de los resultados que no es antojadizo sino que considera, me imagino, la cantidad de veces que las palabras "comunicación" y "política" se repiten dentro un texto. ¿Habrá sabido de esto Del Rey Morató? Cómo sugiere en su artículo, "comunicación y política son consustanciales". Buena estrategia que vale la pena considerar, porque no hay como un primer lugar entre otros 380.000 documentos similares en el buscador más famoso del planeta.

Pero previo a la consustancialidad de ambos términos analizados, primero en sí mismos y luego en relación al otro, Del Rey Morató advierte que la comunicación política se aleja de concepciones clásicas tanto sobre comunicación como sobre política. Pero es enfático a a la hora de decir que la política ha integrado esa interacción de consustancialidad con la comunicación debido a que ambas son situaciones relacionales de representación y comunicación, y de comportamientos políticos.

Dado que el campo de acción de la comunicación política es interdisciplinario, el autor señala que la política tradicional -y citando a Watzlawick- se instala en una "realidad" que es resultado de la comunicación. Entre esos fundamentos, está la transformación del gabinete de prensa en un "departamento" especialista, manifestación inconfundible de la asimilación del rasgo "global" de la comunicación política.

La globalidad de la comunicación de la política es a lo que Del Rey Morató sitúa dentro de la "realidad", y a partir de ahí se entiende que ya no hay regreso a los modelos clásicos de convivencia ni de relaciones entre gobernantes y ciudadanos. Se divierte pensando en guiones y televisión, y sugiere algo de temor ante su evaluación del escenario actual, donde "la cultura de la personalización y del agravio personal que usurpan el lugar de la propuesta programática".

Es posible que lo fatídico del artículo en cuanto a lo que el autor logra evaluar sobre la actualidad (o al menos con aspectos propios de 1996 en la españa pre-aznar) se centre en la humanización de las grandes abstracciones. Tal fenómeno, en el que ciertas personas son las que encarnan una serie de idearios políticos, es el que sustancialmente da pie para la construcción de campañas políticas a lo largo del globo.

En América Latina -y quizás por los clivajes tradicionales del mundo civil- esa humanización de las ideas por lo general cae sobre personajes que cuentan con una cierta "aura" mesiánica que "salvará" a la población del "caos" de la cadena de problemas sociales insertos en cada país de la región. Y la "guerra de los adjetivos" inventa un líder que no es tal sin una buena iluminación para la fotografía o un par de asesores que lo prevengan sobre las preguntas en una rueda de prensa.

Esta validación del juego sucio (o estrategia de campaña, para matizar los sentimientos) es lo que defiende Del Rey Morató, desconociendo que, quizás, la política en sí -sin el complemento que encuentra en la comunicación- pudiera tener una vía de escape basada en el derecho ciudadano, en las formas de agrupación y no en las de representación, o en la simple idea del consenso que no sea ganado tras una aparición en las pantallas de TV durante el horario prime.

Las cosas no son así de todas formas. Pero podemos convencer a la ciudadanía sobre los buenos proyectos a partir de lo que mostramos. La inteligencia editorial, precisamente, es la que puede sacar la situación de la chabacanería de la promesa inmediatista.





1 comentario:

javierey dijo...

Como Borges, que decía que los traductores mejoran mis textos, yo podría decir que los comentarios de Francisco mejoran mi artículo.

Un saludo desde Madrid
Prof. Javier del Rey Morató